El Baix Llobregat té molt talent desconegut que oferir, i des d’elBaix.cat volem fer una aposta per treure aquest talent a la llum. Prosa, poesia, i tot el que pugui suportar el nostre format digital (fotografia, dibuix, etc) us animem a fer-nos-ho arribar a cultura@elbaix.cat, i ho publicarem en aquesta subsecció tan especial! Continuem aquesta aventura amb la narració de la santfeliuenca Magda Torre
Abre los ojos y se pasa la lengua por la boca. Como todos los días desde hace muchos meses la primera sensación del día es esa náusea que no llega al vómito y la sequedad áspera que le producen los somníferos. Michael sigue ahí, en la misma posición en que se durmió hace ya diez horas. Las sábanas se mueven levemente. Oye cómo respira. Acompasado: un dos tres, un dos tres, un dos tres….
Es curioso, tomando los dos los mismos somníferos, él duerme diez o doce horas seguidas y a ella casi no le hacen efecto.
Ducha rápida. Café hecho ayer. Definitivamente, esa cafetera italiana es demasiado grande sólo para ella… comprará una de esas… de las que anuncia George Clooney.
Antes de ir al vestidor repasa mentalmente las cosas que ha de hacer durante el día y mira si lleva lo necesario en el bolso, el maletín donde lleva el note-book y la bolsa del gimnasio, por si le da tiempo de ir. ¡Las llaves, nunca recuerda dónde deja las malditas llaves! Mira por los recovecos habituales, pero no, últimamente le ha dado por dejarlas en sitios nuevos, así es que toca agudizar la memoria… Nada, ni rastro. Tendrá que llamar más tarde, cuando esté Assia, la asistenta, y que le deje las suyas debajo del felpudo. Quizá en la biblioteca, ayer cuando llegó estaba pensando en el caso de hoy y se fue directa a consultar el DSM-IV (*)
No están, ahí tampoco, pero sí ve algo que la desconcierta. Los viejos vinilos de Michael, y el último CD que él gravó tirado en el suelo…
Recoge el CD y mira la fotografía de la portada. Michael regalándole una flor a una florista que, por las arrugas, debe de rondar los 90. La sonrisa de ella es entrañable, él le da la flor inclinándose ligeramente. Ella está sentada delante de su puesto de flores. Todo, menos las flores, es en blanco y negro.
Mira el reloj, ya no le queda tiempo si quiere llegar con calma al despacho, pero no puede evitar ir al dormitorio y mirar a Michael antes de irse. Sigue dormido… ¿Lo está realmente o finge estarlo para no tener que cruzar las miradas mientras ella se despide con un beso? No quiere saberlo, desde hace más de dos años el silencio es lo único que comparten.
Cuando llega a la puerta observa que las llaves están ahí, donde deben estar: puestas en la cerradura. Las mete en el bolso y, lentamente, cierra la puerta.
Camina hacia el autobús como una autómata, no mira, no ve, no oye lo que tiene a su alrededor, solo tiene en la mente el silencio que acaba de dejar al cerrar la puerta de casa, y ese silencio le duele, le hiere como un insulto, como una despedida no deseada…
Sube al autobús y se sienta en el primer asiento libre que ve. Abre el “e.reader” y repasa los libros que tiene archivados. No tiene ganas de leer, pero al menos distraerá la mente.
– “¡Que no oiga, que no quiero la mampara de metacrilato! Ya le he dicho que quedé con su encargado que tenia que ser de cristal esmerilado. Y además el color de los azulejos… Bla, bla, bla”
La conversación de la vecina de asiento le distrae. No lee, pero tampoco piensa en Michael….
El autobús frena bruscamente y, gracias a ello sale de su ensimismamiento y se da cuenta que ha llegado a la parada.
Nuevamente mira el reloj. En dos minutos estará en el despacho. Lucas y su madre aún tardarán en venir. Puede que tenga tiempo para acabar la presentación y el cartel para el próximo congreso. “Trabajo Social con TEA *(2) y Síndrome de Asperger”.
Saluda al portero del edificio y recoge el correo, el de ella y el de Sara, su compañera de consulta. Cuando llega al despacho aún huele al perfume de Sara. Ella, Sara, es psicóloga clínica y comparten consultorio desde hace tres años. Fue Sara quien le propuso preparar la ponencia para ese congreso. Esta mañana se la ha tomado libre para entrevistarse con los padres del joven cuyo caso va a exponer.
Ella, por su parte, le ha pedido a la madre de Lucas exponer el suyo. No es que Luca sea muy diferente de los otros niños autistas que tratan en la consulta, pero tiene algo que la subyuga, un halo de misterio en la mirada que la intimida, como no lo ha hecho nunca ninguno de sus pacientes, ni siquiera los adultos.
A los dos años hablaba como cualquier niño de su edad, pero desde los primeros meses de vida evitaba cualquier contacto con el adulto, no mantenía la mirada, no se quejaba, no reía…
Pensaron que quizá fuese sordo, pero tras las pruebas pertinentes se vio que no era así.
Y a los dos años, justo durante una ausencia de seis meses de su padre por causas laborales, Lucas dejó de hablar.
Hoy concretarán el tipo de información que autoriza a dar la madre para el congreso.
Prende la radio. Se siente aislada sin oír voces, y ya lo está bastante en casa. Necesita oír voces que le acompañen.
Otro café. Le apetece. Así va aprendiendo cómo funciona la nueva cafetera del despacho. Este sabe mejor. Lo huele, lo paladea despacio… La máquina del Clooney definitivamente los hace buenos, pero recuerda con nostalgia la malta de puchero que su abuela le daba en el desayuno, antes de ir al instituto, mientras escuchaban el consultorio de Elena Francis.
Quizá es eso lo que le hace poner la radio todos los días, aunque la mayoría de veces no sepa qué es lo que escucha.
“Hoy, en nuestro apartado de noticias curiosas una especialmente emotiva. Quien haya visitado Londres tendrá grabado en la memoria el “Mind the gap, please” (algo así como “Cuidado con el hueco, por favor’”), la frase que se repite por la megafonía de las estaciones de metro -el famoso Tube- de toda la ciudad. Desde 1960 la voz era la del actor Laurence Oswald, pero el progreso y la inserción de sistemas telemáticos acabaron por silenciar la voz de Oswald. E n la estación de Embankment, en la línea Northern Line, fue en el último lugar en el que se escuchó el eco de su voz. Sin embargo, el metro de Londres ha accedido “resucitar” a Oswald después de conocer la enternecedora historia de su viuda: La señora Oswald solía acercarse a las estaciones del metro únicamente para escuchar la voz de su marido después de que este falleciera, a los 80 años de edad, en julio de 2010. La viuda de Oswald Laurence se puso en contacto con el TfL [Transport of London] para ver si podía obtener una copia del icónico ‘Mind the gap’ que su marido grabó hace más de 40 años. Explicó un portavoz de la empresa que les conmovió mucho su historia,
por lo que el personal localizó el registro y no sólo realizaron una copia del anuncio en un CD para que ella pudiera tenerla, sino que están trabajando para poder recuperarlo y que vuelva a sonar, siempre en la estación de Embankment”, aseguró el geren…”
“My funny Valentine, Sweet comic Valentine,you make me smiles with my heart…”* (3)
La voz de Michael suena en su cabeza. La melodía le eriza el vello, sus pezones se yerguen ligeramente y le rozan la camisa. ¡Qué bien sonaba la canción en su voz!
Fue la primera que bailó con él, la primera que le susurró dulcemente mientras le besaba la nuca, bajo la mirada incrédula y envidiosa de sus compañeras de viaje.
Michael Randal, el cantante más famoso de ese momento, ¡bailando con ella!, susurrándole su último gran éxito, un disco homenaje a los crooners americanos de todos los tiempos…
Desde entonces no se han separado. Nunca, desde hace ya diez años.
Michael le cantaba la canción cada vez que iniciaban los preámbulos del sexo, fuese dónde y como fuese… Su menudo cuerpo se fundía bajo la grave y aterciopelada voz de él.
¡Entiende tanto a esa viuda! Solo que ella jamás, desde el día del accidente, jamás, ha vuelto a escuchar su voz, ni siquiera ha puesto un disco, ni un video, ni imágenes en internet… Nada de nada.
El timbre de la puerta le devuelve a la realidad. Ya están ahí Lucas y su madre.
Apaga la radio y abre la puerta. Una mujer morena de piel, bajita y delgada, de la mano de un niño de unos seis años, igual de moreno, la saluda.
– “Buenos días, Lupe, aquí estamos de nuevo”
-“Hola, Lucas, ¡qué guapo vienes!”
– “Hoy se ha despertado de muy mal humor, no ha querido ni desayunar. Algo le pasa…”
Ella le hace el gesto a la madre de que tome asiento y le pregunta cuál puede ser el motivo.
¿Quizá no ha dormido lo suficiente? Pero la madre le dice que sí, que ha dormido bien, aunque en alguna ocasión le ha parecido que gemía en sueños, pero ya entrada la mañana, mientras preparaba el desayuno antes de llamarlo.
Lucas, como siempre, remueve casi todo lo que hay en el despacho. Apaga y enciende la luz, baja y cierra las persianas de mando automático, saca los lápices y bolígrafos del vaso donde los guarda.
Sobre una mesa infantil que hay en el centro del despacho unos folios dibujados evidencian que han estado otros niños antes. Lucas se fija en los dibujos y tira los folios al suelo, se sienta y pinta frenéticamente, pero sin figura alguna, sólo rallas sin sentido de color negro, rematadas con otras superpuestas de color marrón. Luego se levanta y abre un cajón de una segunda mesa
de escritorio que hace esquina, sobre la hay diversas fotografías en las que se puede ver a ella y a Sara, su colega, en fiestas infantiles, recogiendo premios, frente al mar, en la cumbre de una montaña…
Lucas ha encontrado la caja de galletas y ha cogido unas cuantas. Deja el bote en el suelo y la tapa sobre la mesa.
Ella y la madre, impasibles porque ya están acostumbradas a los ritos de Lucas, repasan cómo ha ido la semana.
La madre le comenta que está preocupada. El neuropediatra le quiere recetar Risperdal, y ella no está conforme con que hoy se medique a casi todos los niños. De hecho, Lucas es de los pocos de su clase que aún no toma medicamentos.
También le comenta que desde el Equipo de Asesoramiento Pedagógico han recomendado que repita curso. Su escuela es una de las mejores especializadas en niños con autismo y patologías similares, pero cree que esta vez se equivoca, si Lucas repite curso dejará de estar con los compañeros de siempre, y sabe que el cambio no será bueno para el niño.
Tampoco le gusta que estén tan a favor de la medicación. Cada día le insisten más en que Lucas tiene que tomar… “Is your figure less than greek Is your mouth a little weak,When you open it to speak. Are you smart? “ *(4)
Siente que en ese momento es la peor profesional del mundo, pero las palabras de la madre de Lucas, los sonidos guturales de Lucas y todo lo que hay a su alrededor lo percibe como una bruma fría, como un sueño que se tiene en duermevela.
Su mente no puede parar de escuchar a Michael en esa canción, ni de recordar el maldito día en que lo dejó conducir con unas copas de más…
Habían celebrado el fin de la grabación del último disco y se iban de viaje. Era una sorpresa, Michael no la quería dejar conducir, si no ¿cómo iba a ser sorpresa?
Seis meses en coma. Cada día le anunciaban su muerte. Tal vez unas horas… Y ocurrió el milagro. Pero para Michael fue peor que morir. Nunca recuperaría la voz, la traqueotomía lo dejó mudo para siempre. Inmóvil para siempre. Impotente para siempre. Muerto para nunca… porque ya lo estaba.
Él perdió la voz y la voz era su vida, y ella perdió…“y entonces, yo le dije a su padre que para Lucas no es buen que siga con ese neuropediatra, que será mejor que busquemos otro equipo que pueda…
- “The car”.
La madre se queda lívida. A ella se le vuelca el café frío que tiene junto al folio donde transcribe la entrevista… Por primera vez en su vida Lucas articula una palabra. ¡En inglés!
Tiene en sus manos uno de esos pequeños coches miniatura de colección que adornan una de las estanterías del despacho, y que son el objeto de deseo de la mayoría de los niños que tratan.
– “The car”, repite con la mirada perdida y apretando fuertemente el juguete.
Observan en silencio al niño, que las ignora, mientras coge uno de los calendarios que hay sobre el mueble librería y, mientras pasa las páginas con fotografías de paisajes del mundo, las describe una por una, en un perfecto e inteligible inglés.
-“The apple green. A tree with red flowers”
Y sigue así durante dos o tres páginas más de calendario.
Ninguna de las dos da crédito, se miran atónitas, no saben qué está pasando… Hasta que la madre lo abraza entre lágrimas. Entonces, Lucas calla de golpe.
La madre mira a Lucas, ella mira a Lucas, y Lucas la mira a ella…
Durante unos interminables minutos las dos mujeres esperan a que se repita el milagro.
– “¡Pero si su padre y yo no sabemos ni una palabra de inglés! Lucas, hijo, ¿quieres decirnos algo?”
Como un autómata vuelve a coger el cochecito, lo hace correr por las paredes del despacho, por el suelo, por las mesas, mientras repite en voz alta, con un sonido entre metálico y gutural, y con una rapidez frenética:
- “Mind the gap, please”
No puede dar crédito. ¡Lucas no estaba en el despacho cuando ella escuchó la noticia en la radio!
- Lucas, Lucas, mírame, soy yo, Lupe, tu amiga. ¡Dinos algo a mamá y a mí!,
Lucas la mira, pero no es una mirada diferente a las de siempre. Casi hubiese sido lo mismo si tuviera las cuencas vacías. Los ojos de Lucas no proyectan nada.
De repente, Lucas le coge la mano y se la aprieta con una fuerza inusual en un niño de seis años. Le clava las uñas, le hace daño…
“Mind the gap, please, mind the gap, please, mind the gap, please, mind the gap please…
Cree que se está volviendo loca… Mientras escucha asombrada a Lucas, su cerebro no deja de martillearle con la canción de Michael.
Lucas le suelta la mano. Sigue con la mirada en el infinito, pero los fijos en los de ella:
En ese instante suena el teléfono. Es Assia, la asistenta. Le explica que acaba de llamar a una ambulancia, que desde varios metros antes de llegar a la casa se oía uno de esos discos del Sr., Michael. Que al entrar se lo ha encontrado tirado en el suelo del salón, con uno de ellos en la mano, y que no contestaba a su voz, ni se movía. Que cree que no respira… le pide que vaya corriendo a casa. Le dice que llaman, que debe de ser la ambulancia…
Apoya el auricular sobre la mesa, mientras oye vagamente la voz la atropellada voz de Assia y la canción que suena de fondo. Lentamente, la tararea con un débil hilo de voz: Your looks are laughable ,Unphotographable,Yet you’re my favourite work of art * (5)
Lucas vuelve a clavarle los dedos en la mano mientras la mira fijamente:
– “My funny Valentine is dead, is dead, is dead, is dead, is dead, is…”
A pesar de las lágrimas calientes, por primera vez, cree que Lucas ha sonreído…
Notas:
- Manual diagnóstico y estadístico que se usa como herramienta diagnóstica en Psicología y Medicina, especialmente a la hora de elaborar informes.
- TEA: Trastorno de Espectro Autista
- Mi graciosa Valentine, dulce y cómica Valentine,
- ¿Acaso tu figura es menos griega, tu boca más débil cuando la abres para hablar? ¿Eres inteligente?
- Tus miradas son de risa, no se pueden fotografiar, pero eres mi obra de arte preferida.