[dropcap color=”#336600″ font=”arial”]H[/dropcap]ace no demasiado tiempo podíamos hablar con orgullo de nuestro sistema sanitario. Su modelo de gestión era envidiado por la enorme mayoría de las CC.AA. Nuestros hospitales siempre copaban los puestos más altos del top 20, mientras los mejores profesionales, incluyendo los primeros puestos del MIR, seleccionaban Cataluña para realizar la formación en su especialidad.

Como decía, no hace mucho de todo eso, pero la realidad actual es tan cruel que parece que haya pasado toda una vida y nos cueste incluso recordarlo. La crisis ha golpeado obviamente a todas las comunidades, pero especialmente a la nuestra sin que parezca haber una explicación lógica para ello. En el ranking de calidad que elabora desde hace diez años la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), hemos bajado seis puestos en los últimos tres años.

Catalunya, además, se ha ubicado entre las comunidades con menos presupuesto sanitario per cápita. Ocupa, asimismo, la zona baja en gasto farmacéutico por persona o en el desembolso en atención primaria. ¿A qué se debe esto? La crisis, como decía, ha tenido mucho que ver, pero el dispendio indiscriminado de dinero público y la corrupción generalizada han jugado sin duda alguna un papel fundamental. La imputación en causas judiciales de ex altos cargos sanitarios es tan solo un pequeño reflejo de lo ocurrido.

Si tener que estar hospitalizado es por sí mismo plato de mal gusto para cualquiera, hacerlo en las actuales circunstancias es directamente un castigo que muchas personas están sufriendo, en muchos casos, después de toda una vida cotizando escrupulosamente.

Plantas y alas completas cerradas, quirófanos clausurados, listas de espera interminables, medicación bajo mínimos o falta de personal son solo algunos de los inconvenientes que estas personas padecen a diario. En el Vall d’Hebron, a los recién nacidos ya no les dan pañales gratis durante su estancia. A los bebés se les pone uno cuando nacen, pero luego son las familias las que se tienen que encargar de llevar el resto. Exactamente lo mismo sucede con las compresas que utilizan las madres cuando acaban de parir, aunque eso sí, los responsables del centro afirman que el hospital ha instalado varias máquinas dispensadoras con material para recién nacidos a “precios reducidos”.

Si lo anterior es un ejemplo de hasta dónde hemos llegado, al tratarse, como lo es un nacimiento, de un acontecimiento feliz, las críticas se diluyen. Sin embargo son los hospitalizados con enfermedades más graves y sus familiares los que padecen con total crudeza las consecuencias de demasiados años de despilfarro y sinvergonzonería. Desde aquí mi apoyo para todos en general y, en particular, un beso del tamaño del Tibidabo para Isabel, de parte de su sobrino.

 

Xavier Claramunt, veí de Sant Vicenç dels Horts

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